martes, 3 de enero de 2012

El suicidio asistido en Gran Bretaña.

         Medio centenar de británi­cos han decidido acabar con su vida con la ayuda de ami­gos o familiares desde que se aprobaron las nuevas di­rectrices que despenaliza­ban en este país el suicidio asistido.
         Desde 2009 la policía in­glesa ha remitido un total de 44 expedientes a la Fiscalía del Estado en los que se han encontrado pruebas sólidas que podrían conducir a la acusación de ayudar al suici­dio. Este crimen sigue sien­do punible con hasta 14 años de prisión.
         Sin embargo, un caso cé­lebre presentado hace dos años ante los tribunales por una asociación de derecho a morir condujo a la publicación de directrices que acla­raban que los sospechosos no serían acusados a menos que hubiera indicios de que habían obligado a la víctima a suicidarse o hubieran sa­cado provecho de su muer­te. Nadie ha sido procesado desde que salieran dichas di­rectrices a principios de 2010, a raíz de un puñado de casos penales anteriores, aunque un pequeño número de expedientes están siendo revisados.
       Las cifras oficiales de la Fiscalía General constitu­yen la primera prueba ofi­cial de la magnitud del suicidio asistido en Gran Bretaña. Otros casos sospechosos han podido ser sobreseídos por la policía o no se ha infor­mado de ellos a las autorida­des, por lo que no figuran en las estadísticas.
       Keir Starmer, el fiscal ge­neral, ha dicho que, según sus datos, la incidencia del suicidio asistido está en au­mento. "Ha habido más ca­sos, no una gran explosión, pero más que antes. Creo que una de las razones por las que se han registrado más casos desde que se aprobaran las directrices so­bre el suicidio asistido es que la gente se siente con más confianza para pasar a la acción y decir lo que han hecho porque saben con más claridad lo que les pue­de pasar".
      Las guías de la Fiscalía se publicaron por orden de los magistrados del Supremo a propósito del caso de Debbie Purdy, una mujer con esclerosis múltiple que quería saber si su marido se enfrentaría a la cárcel si al­gún día la acompañara a una clínica de suicidio extranjera para poner fin a su vida.
       Aunque los fiscales insis­tieron en que eso no supo­nía la legalización del suici­dio asistido por la puerta de atrás, y que el Parlamento era el que consideraría cual­quier cambio de largo alcan­ce, su documento determi­nó que aquéllos que actúen   por compasión es poco pro­bable que se enfrenten a los tribunales.
       Se establecen factores que hacen menos probable el enjuiciamiento, como el he­cho de que la víctima tenga una clara voluntad para po­ner fin a su vida y que el sos­pechoso haya informado a la policía, proporcionando así a la acusación una pista pa­ra evitar la cárcel. Pero hasta los datos actuales no estaba claro el efecto sobre el nú­mero de casos.
         Las cifras oficiales sobre la magnitud del suicidio asisti­do no habían sido fiables hasta ahora. Una pregunta parlamentaria en junio de 2010 llevó a la Fiscalía a de­cir que sólo se habían regis­trado tres casos en 2008-09. Sin embargo, los fiscales matizaron que esas cifras no eran muy exactas.
         Es probable que los 44 ex­pedientes abiertos en los úl­timos años incluyan los de enfermos terminales que hayan puesto fin a sus vidas con la ayuda de familiares en Inglaterra y Gales, así co­mo los que viajaron a Suiza, donde la organización Dignitas ofrece dosis letales de barbitúricos.
         Los datos disponibles mostraban que el número de británicos que ponían fin a sus vidas con la ayuda de Dignitas aumentaron de 15 en 2003 a 27 en 2009, mientras que otros cuatro murieron con la ayuda de otro grupo llamado Ex-Intemational.
          La BBC, que ha sido acu­sada de actuar como una cheerleader de los intentos de legalizar el suicidio asisti­do, ha revisado los últimos momentos de la vida de Peter Smedley, un millonario británico con una enferme­dad neurodegenerativa que eligió morir en Suiza (The Daily Telegraph  5-IX-2011, traducida por DM, 12-IX-2011).

No hay comentarios:

Publicar un comentario